Reportaje de Juan G. Andrés publicado en Noticias de Gipuzkoa el pasado 2 de junio.
Es muy probable que cuando usted lea estas líneas se hayan agotado todas las entradas para asistir a un acontecimiento histórico: el concierto que el músico estadounidense Tom Waits ofrecerá el próximo 12 de julio en Donostia. En el supuesto caso de que aún quede algún ticket será porque el teléfono habilitado por Telentrada (902 10 12 12) ha enmudecido víctima del colpaso.
Y no es para menos. En tres décadas largas de carrera musical, TomWaits jamás ha pisado un escenario español –hecho que le ha granjeado el título de artista más deseado por los promotores de conciertos del país– y, contra todo pronóstico, la primera vez que actúe entre nosotros lo hará en el Kursaal.
UN ARTISTA EN LOS MÁRGENES
‘Desmontando’ aTom
No faltarán quienes se asomen a estas líneas sorprendidos por la importancia que el arriba firmante concede a un tipo del que jamás antes habían oído hablar.Y es lógico. TomWaits nunca ha sido un músico de masas, aunque es cierto que cada vez goza de mayor predicamento entre los melómanos españoles y los grupos de música que, por esnobismo oportunista o porque realmente adoran sus discos, le citan entre sus artistas preferidos.
En los albores de su carrera su voz era algo más dulce y accesible, pero hace años que canta con un timbre en absoluto melódico que a los no iniciados les puede parecer el bramido de un borracho. Pero nada más lejos de la realidad. Quien se acerque por primera vez aWaits debe hacerlo sin prejuicios, con cierta curiosidad y sin abandonar a la primera de cambio.Sólo así, con una escucha tras otra, es posible disfrutar del excéntrico y arrebatador universo musical del californiano, que siempre ha vivido en los márgenes de la creación y se reivindica como outsider.
Porque su música –¿cómo explicarlo? – no se asemeja a ninguna otra. Podría definirse de modo genérico como rock, aunque en su particular crisol de estilos caben otros ritmos como el jazz, el folk y, sobre todo, el blues. En la gira Glitter and doom que desembarcará en Donostia, Waits y su banda prometen “aullar” y “tocar mambos y rumbas”. ¿Crisol de estilos? Quién sabe... Lo esencial es que Tom Waits sólo se parece a TomWaits.
Su obra se compone de una veintena de discos que van desde Closing Time (1973) al álbum triple Orphans (2006), pasando por títulos como Blue Valentine (1978), Frank’sWild Years (1987), BoneMachine (1992), TheBlackRider (1993) o Alice (1992), que dan fe del trabajo de un visionario que renuncia a la comodidad y acostumbra a reinventarse cada cierto periodo de tiempo.
Pese a todo, serán más quienes den prioridad a conciertos de otros artistas como Bruce Springsteen o Bob Dylan, que ya han actuado en Donostia o en alguna ciudad cercana. Todos –incluidos algunos responsables institucionales– deberían entender que la visita de TomWaits traerá a Donostia –y a Barcelona, donde recalará el 14 y el 15 de julio– a espectadores, no sólo de todos los rincones de España,Portugal y el sur de Francia, sino de otros muchos países de Europa, continente por el que no se prodiga demasiado. Porque Waits sale de gira cada dos o tres años, y suele ofrecer el grueso de sus escasas actuaciones en Estados Unidos.
Por ello, es justo reconocer el éxito cosechado por Xavi Manresa, responsable de Cap-Cap Producciones, una humilde promotora catalana que al final se ha apuntado el tanto junto a su amigo Iñigo Argomaniz, de la firma donostiarra Get In. Esta vez todo apunta a que no ha habido pujas ni pugnas con otras ciudades.
El modus operandi de Waits no obedece a la ley de la oferta y la demanda. Actuará en España sólo por su relación personal con Manresa y porque hace seis años éste hizo de guía personal durante las vacaciones que pasó en Barcelona con su familia. Sólo falta que Argomaniz y su equipo le procuren la más feliz de las estancias en Donostia. Quizá así TomWaits se enamore de la ciudad y sólo sea necesaria la pequeña ayuda de una nueva conjunción astral que le traiga de regreso a una ciudad en la que será difícil verle de nuevo.
El ‘crooner’ de las cavernasAguardiente, caverna, resaca, ultratumba, taberna, infierno, nicotina, alarido... Cualquiera de esos términos puede asociarse a la voz deWaits. “Trato de lloriquear, zapatear, susurrar, quejarme, silbar, sentarme, prorrumpir, rabiar, lamentar y seducir. Con mi voz puedo sonar como una niña, como el hombre de la bolsa, como una cereza, un payaso, un médico, un asesino. Puedo ser tribal, irónico o trastornado. Mi voz es realmente mi instrumento”, ha dicho.
Pero su voz y su inclasificable música han cambiado a través de las décadas. Escuchar las canciones clásicas de su álbum de debut, Closing Time (1973), poco tiene que ver con los ritmos transgresores que exploró a partir de los 80. Verle en directo, además, es un lujo que muy pocos han podido permitirse, pues raciona sus actuaciones con cuentagotas. En sus conciertos–y eso incluye el deDonostia– no hay invitaciones para periodistas ni políticos, con lo que se asegura de que sólo asistan quienes realmente desean hacerlo. Y al precio de 100 euros. Preguntado por sus breves giras, el hombre del megáfono dice: “Hay que mantenerlos hambrientos. Ya sabes lo que dicen: no des de comer a los delfines o te agujerearán la barca la próxima vez que salgas”.
De libros y películasLos primeros años de la carrera de TomWaits serían difíciles de entender sin la inspiración que le brindaron escritores como Jack Kerouac, Allen Ginsberg o Charles Bukowski. Muchos le consideran, y con razón, descendiente directo de la Generación Beat. Asimismo, la importancia del californiano comoautor literario está fuera de toda duda. Echen un vistazo, si no, a los libretos de sus discos y lean cualquiera de sus textos, que abordan historias de perdedores atormentados
y fábulas surrealistas que parecen atrapadas en el más bizarro de los sueños. Por otro lado, su relación con el cine se plasma en dos vertientes: la de actor y la de compositor de bandas sonoras y canciones para películas. Es autor de las partituras de Corazonada, de Francis Ford Coppola, y de Noche en la tierra, de Jim Jarmusch. Dichos cineastas le han dirigido en numerosas apariciones como intérprete secundario y recientemente ha concluido el rodaje de The Imaginarium of Cotor Parnassus, donde su director, Terry Gilliam, le ha convertido en el mismísimo Satanás. Algunas de sus canciones están indisolublemente unidas a ciertas películas. ¿Es posible pensar en Smoke o Léolo y no recordar Innocent when you dream o Cold cold ground?
“Detrás de un gran hombre......hay siempre una gran mujer”. El dicho no tiene por qué ser rigurosamente cierto en todos los casos, pero lo es en el de Tom Waits, un hombre que en los 70 caminó por el lado más salvaje de la vida. Hasta que una mujer, Kathleen Brennan, se cruzó en su camino.Waits había mantenido una corta pero turbulenta relación con Ricky Lee Jones, y al poco de romper con ella conoció a Brennan, que trabajaba como correctora de guiones en Zoetrope, la productora de Francis Ford Coppola. El músico ha confesado en alguna ocasión que lo suyo fue amor a primera vista. Y menos mal, porque no sólo le apartó de la bebida y le “salvó”, que además sumó su talento al de su marido, con quien escribe las letras de sus discos desde mediados de los 80. “Es probablemente como dos pájaros en un extraño ritual de apareamiento, levantando polvo, revoloteando, volviendo al mismo sitio”, dice TomWaits sobre el tándem de compositores que forma con su esposa, poco aficionada a aparecer en los medios. Tienen tres hijos, Kellesimone, Sullivan y Casey. Este último tocará la batería con su progenitor en la gira Glitter and doom.
Discografía selectaEn 35 años ha publicado una veintena de discos. En los primeros canta un Tom Waits más convencional que, con una vozmás dulce, cuenta historias ambientadas en tugurios de mala muerte. Son los años de Closing Time (1973), Small Change (1976), BlueValentine (1978) y Heartattack and Vine (1980), que contienen joyas de la talla The Piano Has Been Drinking (Not Me), Kentucky Avenue y Jersey Girl. Su feliz encuentro con Kathleen Brennan y su salida de la
discográfica Asylum permiten a Waits explorar otros territorios musicales en los que el sonido –y el ruido– cobra una importancia vital. Swordfishtrombones (1983) supone el inicio de su colaboración con Island Records, con quien graba discos tan brillantes como Frank’s Wild Years (1987), Bone Machine (1992) y The Black Rider (1993), donde el eclecticismo es la máxima. En 1999 fichó por Epitaph, en cuya filial, Anti, publica desde entonces. En trabajos recientes como Real Gone (2004) ha parido música bastarda plagada de funky, mambo, rap y blues. ¿Quién sabe quéWaits nos depara el futuro?