Publicaba el New York Times hace unos días el prólogo de la biografía no autorizada de Tom Waits
Lowside of the Road, escrita por Barney Hoskyns. Como siempre, lo mejor que pueden hacer es leer el texto completo en inglés, pero traduzco aquí los fragmentos que me han parecido más interesantes sobre las dificultades que Hoskyns se ha encontrado a la hora de investigar la vida y obra del escurridizo Waits.
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En el año 2004 Waits lo dijo mejor de lo que nadie podría hacerlo: “Tienes que asegurarte de que la demanda es mucho más grande que tu oferta. El público es un animal salvaje. Es mejor no alimentarlo demasiado bien”.
En varios momentos a lo largo de los dos años de investigación sobre la vida y obra de Waits me tuve que parar y preguntarme a mí mismo: “¿Tengo realmente el derecho de escribir un libro sobre Tom Waits?”.
“Keith Richards me hizo llegar el mensaje de que estaría encantado de hablar conmigo sobre su colaboración con Waits en Rain Dogs y Bone Machine. Pero la oferta fue retirada sumariamente porque Tom –o más exactamente “Tom y Kathleen” (Brennan, la esposa de Waits)- habían sido informados de mi petición. La aparente perversidad de no querer que uno de los indiscutibles grandes del rock demuestre públicamente su amor y admiración me confundió. Y también me hizo pensar sobre cuál es el auténtico motivo por el que los Waits han bloqueado, bloquean y bloquearán a los biógrafos”.
“¿De qué crees que tienen miedo?” me preguntaban mis amigos. Generalmente lo que contestaba era algo así como: “No sé de qué tienen miedo. Creo que saben que no soy Kitty Kelley o Albert Goldman o J. Randy Taraborrelli – o Nick Broomfield o A.J. Weberman o Rupert Pupkin. De todas formas tampoco hay muchos trapos sucios que sacar. Waits se emborrachaba con Rickie Lee Jones y Chuck E. Weiss. Destrozaban nomos de jardín en Bel Air y se pelearon con unos policías en Duke’s Coffe Shop ¿Y qué?”. Normalmente hacía una pausa antes de añadir: “De hecho no creo que tengan miedo de nada. Simplemente no quieren que haya un libro que de alguna manera freudiana reduzca a Waits a la suma de sus experiencias vitales. Y eso en cierta forma me gusta; de hecho, siento un total respeto por ese punto de vista”.
He entrevistado a Waits en persona dos veces, y he hablado con él por teléfono en varias ocasiones. Como la mayor parte de los periodistas que han hablado con él, (me gusta pensar que) me hice bien con él. Me ha hecho reír incontroladamente. El primer encuentro fue entre el lanzamiento de dos álbumes, en el centro de Nueva York. La entrevista había sido concedida especialmente a New Musical Express, que había nombrado Swordfishtrombones el Mejor Album del Año. Fuera de la rutina de entrevistas, Waits era una compañía agradable, le tomaba el pelo a las camareras y hablaba sobre la locura diaria de su Manhattan de adopción.
La segunda vez, catorce años después en un restaurante cerca de su casa en el norte de California, Waits estaba en mitad de una semana en la que estaba siendo interrogado por la prensa europea, y tuve la clara sensación de que estaba desgastado por la seriedad de sus interlocutores. Se soltó un poco cuando salimos a dar una vuelta por carreteras secundarias en su Coupe de Ville de 1970, pero había en él una cautela, un cansancio, que no estaban en 1985. Pensé que empezaba a notarse la lucha por aferrarse a su privacidad ante la fascinación casi religiosa que despierta cada uno de sus movimientos.
“A lo largo de mi investigación he sido consciente de que Tom y Kathleen sabían lo que estaba haciendo, aunque sólo fuese por los correos electrónicos de personas que han sentido que era su deber denegar mis peticiones de entrevistas por ellos, su manager Stuart Ross o su secretaria Jualianne Deery. Entiendo que debe ser como ser acosado, o ser amado por alguien que deseas que desapareciese”.
“Pensé que las cosas no podían ir a peor cuando un veterano periodista musical llamado “Uncle Ray” –pseudónimo de un colaborador de Creem que conoció a Waits a mediados de los setenta- decidió no hablar conmigo para “no interferir con la privacidad de Tom”. Joder, pensé. Si ni siquiera los viejos críticos de rock quieren hablar conmigo, entonces estoy realmente jodido. Pero las cosas podrían haber sido peor, por supuesto: uno de los anteriores biógrafos de Wais, Jay S. Jacobs, me dijo que la respuesta de Bette Midler a su petición de una entrevista fue amenazarle con una demanda”.
Afortunadamente ha habido mucha gente del pasado de Waits que sí han querido hablar sobre él, ya sea porque no tienen nada que perder al hacerlo o porque ni Waits, ni Brennan, ni Stuart Ross ni Jualianne Deery iban a decirles qué debían hacer.
“Creo que tengo derecho a contarte cosas sobre mis días de trabajo con Tom”, dice el saxofonista Ralph Carney, que tocó con Waits durante quince años. “Ahora es parte de la historia”.
“A menudo me acuerdo de Tom y le deseo lo mejor”, dice Bob Webb, uno de sus primeros mentores y músicos. “No pretendo perjudicarle atendiendo tu petición, aunque al parecer él piensa que estoy haciendo justamente eso. En el corazón yo mismo tengo demasiado de biógrafo e historiador como para dejar que todos estos hechos se desvanezcan sin ser registrados”.
“Estoy desconectado”, dice Bones Howe, el hombre que produjo siete discos de Tom Waits entre 1974 y 1982. “Ahora mismo no tengo ninguna manera de coger el teléfono y hablar con Tom. Me encantaría poder hablar con él sólo para preguntarle qué tal va todo. Ya sabes, ¿cómo son sus hijos? Quiero decir que, él fue a la boda de mi hija mayor. Era un poco como de la familia”.
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“Creo en los misterios de las cosas, sobre mí mismo y sobre las cosas que veo. Me gusta sorprenderme y llegar a mis propias conclusiones equivocadas.” Tom Waits a Mark Rowland, Musician, octubre de 1987
“A la gente no le importa si dices la verdad o no, sólo quieren oír algo que no sepan todavía. Hazme reír o hazme llorar, no importa. Si estás viendo una película realmente mala y alguien se acerca y te dice, “está basada en hechos reales”, ¿mejora eso la película de alguna manera? No. Sigue siendo una mala película”.
Tom Waits