Herb Cohen, manager de Tom Waits en los años 70, murió el pasado 16 de marzo por causas desconocidas en Napa, California, a los 77 años de edad.
La de Herbie Cohen fue siempre una figura controvertida conocida por su reputación de hombre violento y el largo historial de juicios en los que se vio involucrado a lo largo de su vida.
Cohen nació en 1932 en el South Bronx, hijo de un veterano de la Revolución Rusa, y fue en su juventud bombero y marine. Tras ser expulsado del ejército, llegó a Los Ángeles a principios de los años 50, donde se involucró rápidamente en la entonces naciente escena folk de la ciudad, dirigiendo clubes como el Cosmo Alley, famoso por haber sido precintado por obscenidad tras una actuación del cómico Lenny Bruce.
Cohen era un entusiasta de la música, el queso, la confitería y las armas. Se decía que siempre llevaba una caja de granadas de mano en el coche, y cuando, a finales de los 50, se tomó un año sabático alejado del negocio musical, circularon rumores que decían que había luchado como mercenario en Sudamérica y que había traficado con armas para el líder revolucionario congoleño Patrice Lumumba.
Cuando volvió a Los Ángeles, Cohen empezó su actividad como manager de artistas como Frank Zappa, Captain Beefheart, Tim Buckley, Alice Cooper, the Amboy Dukes, Linda Ronstadt o la banda de groupies The GTOs.
Fue Herb Cohen el primer manager del joven Tom Waits. Tal y como le explicó al biógrafo Barney Hoskyns: “yo iba camino del lavabo y entonces oí cantar a Tom. Cuando salí del lavabo le pregunté si estaba haciendo algo y me contestó que no, así que lo contraté”.
La relación con Tom Waits, como casi todos los negocios de Cohen, acabó en juicio unos años más tarde. También lo llevaron ante el juez Linda Ronstadt y Frank Zappa, entre otros.
Pero quizá el litigio más estrafalario en el que se vio envuelto Cohen fue la disputa legal sobre la propiedad de la colección de veinticinco moldes de penes de estrellas del rock que había elaborado la groupie Cynthia Plaster Caster a lo largo de su carrera y que incluía entre otros una reproducción del falo de Jimi Hendrix.
Según Linda Ronstadt, la colección languidecía sin pena ni gloria en una vitrina de la oficina de Cohen: “Abrías el armario y veías todos los moldes. Me acuerdo de que me chocó. Yo sólo era una chica de Tucson y no tenía ni idea de que la gente hacía cosas así”.
2 comentarios:
Saludos.
Personajes como Herb Cohen me inspiran sentimientos encontrados. Por un lado, la fascinación del que supo apostar antes que nadie, la clarividencia de las primeras oportunidades. Por otro lado, el rechazo que me provoca la codicia y ese viejo sentido del mecenazgo caudillista y parasitario. Sin duda su nombre es parte de la historia musical moderna, y le honra el haberse arriesgado con Waits, Zappa o Captain Beefheart, candidatos poco probables para las listas de éxitos. Seguramente sus errores terminarán empañando sus virtudes. En cualquier caso, hay que reconocerle un curioso sentido del coleccionismo. Me imagino que en algún rincón del infierno, Herb Cohen ajustará cuentas con multitud de abogados querellantes. Amén.
sin duda fue un tipo poliédrico, herb cohen. es fácil tacharlo de codicioso y explotador, pero al mismo tiempo... bueno, como ya apuntas, no creo que nadie en su sano juicio pensase hacerse millonario con captain beefheart... saludos!
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